Apretaba los lentes con poderío, no dejaría que nada les pasará, se lo
había prometido a mamá, pero sentía que una fuerza arrolladora sobre mi
humanidad me robaba el último aliento…
Me
despegué del piso como un ave siendo libre y con una paz llegué hasta aquella
habitación. Me encontré con el montón de niños que me acompañaban en la soledad
que la vida me había dispuesto y, entre palabrerías, ruidos, juegos infantiles,
allí estaba yo una vez más sentado sobre mis pequeñas nalgas y jugando con unos
soldaditos de plástico que me había entregado una de las amables señoras del
lugar.
Todo
el cuarto estaba pintado de blanco, las matronas que nos cuidaban corrían de
un lado a otro, las teníamos como locas, pero yo me concentraba en el encuadre
de mi fantasioso juego, pues esos soldaditos tenían unos carritos que usaba
para combatir a unos hombres malos. Me sentía feliz y seguro de que era yo quien
les ordenaba con mis manos proteger a las señoras y a la pila de niños que
jugaban allí.
Una
de las cuidadoras salió de la habitación, dejó entreabierta la puerta y
entonces pude escuchar a la distancia, una melodiosa voz que atrapaba mi pequeño
cuerpo y le iba a dar destino a mi extraviada vida.
Logré, con los soldaditos que eran buenos, poner el orden en esa batalla
campal, derrotar a los hombres malos, y me sentí contento. Tambaleando, me
puse de pie, fui corriendo hasta la puerta; salí como quien escapa hacia la
libertad. En ese momento me intenta detener una de las guardianas y me pude
escabullir, le tomé fuertemente la mano a la mujer que hablaba con ella y le
dije: “Eres mi mamá”. Muy tiernamente me levantó y me protegió entre su pecho
como un ángel, en ese instante supe que mi corazón iba estar seguro en los
brazos del verdadero amor.
Respiro, siento mis labios secos. Respiro, tengo
hambre. Respiro, ¿mis lentes?, y entro
en un túnel ocupado por la neblina y en la distancia está la voz que amo y
dulcemente sus palabras rozan mi alma que no quiere irse: "Mi corazón, levántate. Fotógrafo, la fotografía te espera, Pedro". Moví mis labios y, aún habitando en la miopía, pude tomar la mejor fotografía de mi vida que fue ver el rostro de mi madre regalándome una inmensa sonrisa.
El 3 de mayo de 2017, Pedro Yaminne de 22 años
fue arrollado 2 veces por una tanqueta de la Guardia Nacional Bolivariana,
llegó a Emergencias con un brazo, 7 costillas y los 2 omoplatos
fracturados; además de los pulmones colapsados, empuñando sus lentes como se lo
prometió a su mamá.
Ficción histórica
Todas las imágenes usadas en esta entrada fueron tomadas de la web
DIOS QUE BELLO ....PRIMERO QUE NADA GRACIAS MI PADRE ETERNO POR DARLE OTRA OPORTUNIDAD A ESTE NIÑO Y A SU MADRE MILLONES DE BENDICIONES PARA TU FAMILIA Y PARA TI ....DIOS TE PAGUE TU LUCHA
ResponderEliminarQue historia preciosa mi niña. Eres mi cronista poética de nuestra Rebelión. Miles de besos
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