miércoles, 29 de abril de 2020

Megapíxeles


   Con una congestión de gametos acelerados en una autopista a mil por hora, desconsolado regresé de la fiesta antes de la medianoche y, como un sigiloso lobo, entro a mi habitación y gruñendo me echo en la cama…, siento los retorcijones de un salvaje animal en celo. Para intentar liberar la tensión de mi aturdido cerebro, con mi mano preferida sobo con suavidad y determinación mis partes impúdicas, rememoro el instante en que bailaba en el retumbar de coloridas pantallas de plasma, ¡bum-bum-bum!, acompañado de ese lindo paraíso de carne que me cautivó. ¡Uyyy, nada de nada!, me fui en blanco, ¡qué mala onda!, solo me dejó la ropa oliendo a cigarro, a queso de pizza, a perfume infantil, a sudor de puticas y con un abusivo dolor entre las piernas. 

   Qué ganas le tenía a esa Leticia, ¡pero bueno!, fue un momento engañoso, me ha mandado cachondo para mi dulce hogar; lo que me queda es enclaustrarme en el baño de mi cuarto. ¡Oh!, ¡oh!... bueno, se me olvidaba la alternativa tecnológica: «¡Usa los recursos a tu disposición!», siempre me dice la profesora de computación. Golpeo el power y… y… y… ¡esa vaina si está lenta!, ¿será que media ciudad se está pajeando?

    En ese intervalo de espera, que me parece infinito, hago lo posible por aplacar mis necesidades; ¡el ejército quiere salir a la fuerza!, ¡esos cabezones no se pelean por regenerarse!, se empeñan en huir, ser libres, me empujan y corren aturdidos…, solo escapar de esa ebullición es su más ferviente aspiración. Les ruego una oportunidad para compensar este desastre de haberlos invitado a la gran parranda y salir con las tablas en la cabeza. Ellos insisten en emerger por su cuenta, pero les advierto que morirán millares sin llegar a disfrutar del placer de la vida y me responden los muy ingratos:
¡No nos importa un carajo!, estar aquí encerrados es una pesadilla.

  Definitivamente esta rebelión de miles es una guerra psicológica. Sofoco el cuerpo con mis pensamientos, tengo el flujo de testosterona al cien por ciento; trago saliva, me suda la frente, me pican las manos, me tiemblan las piernas, estoy a punto de un colapso, un coma pajillero y… y… ¡arranca ya coño!...  

   Ruuuiiiiruuu, ruiii, ruiii… ruiiiruuu, chu, chu, churuiiiooo…: «Al fin». Clac-clac-clac… entre sudores fríos aparecen en directo esas bronceadas curvas en high definition; las yemas de mis falanges rebotan fantaseándola ¡para mí solito! «¡Eres un egoísta!», acota ella en la distancia, pero es que posee una hechura muy hermosa: La imagino con sabor a mango, a sol caribe, a olor tropical. Clac-clac-clac… «¡No sean curiosos!», lo que le manifiesto es confidencial, exclusivamente entre ella y yo. Ese castaño cabello lo enrosco delicadamente en la punta de mis dedos, esos encarnados labios son dos espadas fileteando los míos, ¡esos ojos traviesos!, preñados de fuego, me invitan a lujuriar… A través del ojo visor, desciende… la pícara, enseña sus cocos henchidos de proteínica leche y mi incendiado mástil, junto a sus inflamadas boyas, se aprisiona contra el metálico cierre.

   Clac-clac-clac… ¡no traten de pescar lo que le escribo! No se los den de Anonymous; ya se los dije, es algo muy íntimo entre este par. El visor recorre sus firmes y dorados muslos repletos de diminutos vellos. «Mira lo que te tengo», me dice la descarada; se gira y me enseña los dos hemisferios sebosos…, su pomposo rulé de voluptuosa definición, me comería su escondido y pestilente hedor como todo un placer gastronómico. El mástil, en plena tormenta, está a punto de partirse en pedazos desde el tallo hasta el frenillo al no encontrar una salida de emergencia. Clac-clac-clac… El visor se mueve violentamente y se sitúa en sus perfectos y blancos dientes para mostrarme en la ironía de quien posee el control de la situación.

   Clac-clac-clac... Palmo a palmo el visor pasea sus prominentes caderas y llega al ombligo para detenerse y dejarme extasiado. De una manera vulgar, lubrifico con saliva las palmas de las manos, abro la cremallera, le consiento escapar al mástil que tiene las violáceas venas hinchadas como un globo y por fin logra respirar de tal ahogo. Ella desliza el visor perezosamente y muestra el más preciado tesoro de Venus envuelto en una esponjosa lana negra y, al descubrirlo, se puede distinguir jugosita, rosadita, bonita, cerradita y delicada.

   Imagino su hinchado clítoris temblar como una gelatina rosada, mientras la devoro con gozo, la torturo con los dientes y los hilos de saliva diseñan estalactitas de cavernas en esa región pubiana.  ¡Ya no resisto más!; de una manera placentera mi muñeca sacude el mástil de arriba a abajo en un torbellino de sensaciones, ¡explotó por dentro!, termino rindiéndome como todas las noches y expulso un placer espasmódico en un claro gemido: “libertad”. Exhausto, sudado, adormilado, hambriento, clac-clac-clac…, me despido de ella a través de la inalámbrica conectividad y me desconecto…



Seleccionado en la Convocatoria de la Revista Literaria Anuket 2020.
Literatura Erótica. Tomo 3. 

Las imágenes usadas en esta entrada fueron tomadas de la Revista Anuket Tomo 3


8 comentarios:

  1. Muy evocador, tras una mirilla de proyección. Tiene rudos y expresiones muy de la calle, lo que lo hace especial, y sincero, muy sincero :-).

    Un abrazo

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    1. Algo diferente amiga Albada. Es cierto es muy rudo en su trato... pero tú los has dicho es de la calle. Un abrazo y cuídate mucho.

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  2. Un gusto conocer su obra literaria... un abrazo en la distancia.

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    1. Gracias por su minuto y por sus palabras. Es un placer un abrazo a pesar de la distancia.

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