Despunta el cielo en la sanguínea anchura
amansadas circulan las capilares nubes
cuando en el dejado ocaso yace tu mirar
reflejando una eglantina en medio de tus ojos
y nada se resiste al imperio de ese embrujo
hasta los cisnes hipan, tu ya ahogado trinar.
El primer haz que ingresa a tu naciente resguardo
trae un cobrizo calor a tu incorpórea gruta
que alígera su cadencia al monte de las musas
pues, sumido entre alienadas pinceladas
dentro de un himno alegórico, te deja surcar
en el piélago que danza hacia el país del amor.
Me aproximo a la yacija desertando del Parnaso;
dibujo los latieres de mi astringente realidad,
te veo y suspiro al desmantelar los sueños
que jamás gozaremos de la tierra sagrada,
deliro que despiertas y disimulo con el humo
de la lenitiva infusión que sangra vestigios imborrables.
Elíseo, ¡por favor!, no te veles en este hierático día,
suplico, mientras ella naufraga y escondida me mira,
incrédula, frágil, abastecida de una gracia sublime,
observo a la luz su flamante arcoíris
trayendo los biológicos matices del regocijo
de una mujer, de una madre, de un universo.
Cuando el fatigado sol abandona el hemisferio visible,
sin ayes y esperando regresar mañana,
esa moza aún continúa zurciéndome el pellejo
en medio de su nicho sereno la contemplo,
proveyéndome la merengada vitamínica
con tan sólo su licuada taciturna sonrisa.
Cuando en definitiva entre la pura noche
me encontraré abrigado en un ósculo negro
para soñar, a hurtadillas, como dos chicuelos rebeldes
yendo al vidriado tálamo de la playa
para dormir junto a las olas y amanecer de nuevo
desayunándonos en un remoto beso nuestra luna.
Muy bueno el poema, me ha gustado, un placer pasear por estas maravillas.
ResponderEliminarSaludos
Muy bello y muy bello el Blog. Felicitaciones.
ResponderEliminarHilda Breer
Me gustó mucho.... Felicitaciones
ResponderEliminarNiki