Atravieso
la puerta y me encuentro flotando en un cosmos titilante.
Ya
las placas de plomo que astringían mi espalda y pecho son de algodón.
Mi
máscara observa la superficie de la luna en el fondo del océano,
inhalo
aire en un embriagado silbido y… ¡aleteo entre la espuma!
Me
sumerjo en la silente habitación y paso el cerrojo de mi mundo
y
en esa inmersión encuentro la libertad de la ingravidez,
mientras
las brillantes escamas se hunden en el abismo oceánico.
¡Giro
sobre mi humano eje!, y tardíamente me percato…,
en
un acelerado movimiento perpetuo y pulsátil,
la
hipnótica perspectiva desconcierta a la razón, ¡al no poder controlar!,
esas
paredes concebidas por los espasmos de la sensibilidad
que
maquinan el efecto de habitar en una infinita burbuja de cristal.
Mi
mente proyecta sucesivos cantos de mi hermoso pez doncella,
…mi
nacida estrella, mi estrella flechada y mi eternal estrella más amada…
La
fauna marina merodea entre frágiles y vitales bosques tropicales,
algas
salobres y caballitos de fuego sitian el concierto del minuto
sentados
en primera fila e inmóviles esperan a la orquesta de Morfeo.
¡Confuso!,
me pellizco la mejilla y noto la húmeda cama de arena
en
la médula de ese abismo donde sueña la luna fragmentando la nada
y,
en el origen de ese vasto lecho, encuentro el amor a colores,
la
amante de mis sueños, la pasión de mi aliento, la nodriza de mi ser…
En
un estado de pleno deleite visual, llegan vagabundos marinos al palco;
retozan
delfines moteados y el pez vela cambia de librea,
mientras
en el prado de hierba submarina juegan peces castañuelas
sin
remilgo alguno; el pulpo se arrellana en la barrera de coral
y
las medusas, en la masa invisible, diseñan el espacio sideral;
entonces
satisfago quitarme el peso y nadar al natural
para
encontrarme flotando en medio de lo que más quiero:
la
beso rodeada de lirios bajo una rama de muérdago… ¡Oh, sueño!
Con
mis manos acaricio su negro cabello y lo baño en sal,
su
boca es hidromel en tinta de calamar
y
sus profundos ojos orbitan en paz.
Mimo
su cuello con saliva del mar,
avanzo
y avanzo, y sus pechos logro aprisionar.
Los
encarcelo entre mis dedos y…
¡gime
de pasión!…, ¡suspira en ardor!…, ¡gime de efusión!
Mi
lengua recorre el cordón umbilical,
juego
en ese hoyo como una lúbrica anguila,
disfrutando
de la miel en el sitio sin bordes.
Tortugas
marinas, esponjas, cangrejos de mar…,
encuentro
olisqueando en esos montes y valles.
Intento
compartir el aire regulador con los peces
dando
un toque irreal a la abrupta orografía
de
esta borrachera submarina
congelada
en la sonrisa de un tiburón.