En mi paseo por la Gran Manzana, diviso en la esquina a ese regio trasatlántico,
Nacido
de sueños, nacido del océano, nacido de luna de miel, nacido del puro amor,
allí
se recrea el cuerpo y alma de esas caricias que dejan los ricos colores
orquestales.
Ahora estoy arriba del escenario donde olvido qué tan lejos está mi casa materna,
pero
me he traído en las valijas los “tics” vocálicos más hermosos de sus risas.
Desprevenida,
me abordan sincopadas y rítmicas olas de sentimientos que van y vienen
conectándome
a las emociones de la imaginación, que son lo que me hacen humano.
rebotan
de las paredes, pisos flotantes, techos colgados, los ecos de herencia musical:
Sergéi Rajmanino, Vladimir
Horowitz, Isaac Ster, Walter Damsosch, Doral Parelman…
Habitan
las butacas al frente, vacías como un ensayo de luz que me consiente la vida.
Los
atriles sin partituras, las sillas sin músicos, los instrumentos con solo el
alma
y
noto mi suave voz… allá, delante de mí… y mi saliva, que es etérea, la siento
rodar.
Me
acerco al piano con el alma libre y confieso que junto a él soy una amante feliz.
Sentada,
mientras tecleo, veo debajo de mis uñas la tierra de aquella llanura que amo.
Escapo
en el mariposeo de mis dedos que me muestran el cerro Ávila que siempre amé.
Sin
otro auxilio que mi instrumento improviso un ritmo sin alardes de mi pena historia
la
última nota del “Himno más bello del mundo” colma cada rincón del Carnegie
Hall.
y
en una ceguera emocional contemplo impecables mis manos de pianista,
y
siento mi arrugado y exiliado corazón huérfano de tierra aquí en Manhattan.
Gabriela Montero pianista, compositora y arreglista venezolana,
destacada por sus improvisaciones al ritmo del piano de melodías populares y clásicas.
El 30 de julio de 2019, Gabriela hizo magia en el majestuoso escenario del
Carnegie Hall de Nueva York, en el que desde 1960 no se presentaba
una mujer con su propio concierto.
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