Quedaban pocos minutos para refugiarse en los amigos, en los compañeros
de causa… En mi introspección me sorprendió deshojando ideas Juan Carlos Álvarez
Aballí:
—¡Néstor!,
yo no creo que hice mal en aconsejar a mi cuñado para que no viniera
hasta aquí…, para que no se entregara, pues a él
no lo van a perdonar; en cambio yo… ¡no la debo!
—Me levanté y le expresé con el amor de un hermano:
—¡Es verdad! Tú eres inocente, Juan Carlos; no tienes
nada que temer.
Se encontraba sereno, confiado en su
libertad. Me entregó una cuchara, una frazada, un jarro y una toalla, y con la frente en alto me dijo:
—¡Toma,
Néstor!, ya no voy a necesitar esto… Dáselo al
próximo que llegue, seguramente le hará falta.
—¡Cómo
no, mi hermano!
Y en ese instante por los altavoces mencionaron su número de causa y año
para que se presentara a la puerta de la mazmorra. Nos dimos un abrazo de
despedida y él, muy tranquilo y seguro de salir ileso de ese trance, se marchó a encarar su destino: «La
petición… fiscal a pena de muerte».
Juan Carlos Álvarez Aballí fue fusilado el 20 de enero de 1961.
Ficción Histórica
Nota: No poseo imágenes de Juan Carlos Álvarez Aballí, si usted tiene alguna, agradecería su colaboración.