Insuflo vida a un muñeco de barro
y ahora la galería de mis sentimientos
se abre a merced de mis dibujos de horror.
Detrás, una sinfonía al aire libre
en la que las asustadizas alondras
versan que dejarán de volar.
Inventé demonios donde no había
y el paso por la vida es brevedad
como la fiel sombra de los bosques.
En un bermejo torrente
decoro la inmaculada tina
y en
un afán abrazo ese trecho ruin.