Es una madrugada en la que la Luna cobija secretos y el viento silba acurrucado en las montañas. Mis seis hermanos descansan regados por toda la sala y aún no se levantan. Humea la taza de café y sorbo un trago.
Desde la ventana visibilizo las montañas
que con orgullo ondean su libertad entre la niebla. Parsimonioso, camino alrededor del salón, los observo y, en la
mudez, les doy las gracias por creer en lo que hacemos…; ellos lo han
abandonado todo por un sueño. Como un cuadro al oleo veo a la dulce Andreína
acurrucada entre los cálidos brazos de su amor y, con una sonrisa, noto su vientre en el que por ahora vive el futuro.
Ya se abrió la mañana y con la claridad
pudimos observar en la lejanía, a través del empinado y angosto camino de
tierra, a centenares de hombres vestidos de uniforme que se venían para encima
levantando el polvo.
Nadie fue desobediente, nadie salió a las calles, por más que grité, por más que gritamos, por más grito que hubo, por más que le pedimos a Dios que los despertará de ese letargo.
A unas horas de haberse despertado el
grupo, las sólidas paredes de ladrillos ya estaban llenas de orificios y aún
seguía salpicando el friso por doquier y vibrando las ventanas que
fotografiaban los agazapados movimientos de los árboles heridos.
Transcurría la mañana, los que creían en
nosotros, los indiferentes y los que no creían permanecieron haciendo lo mismo
de todos los días: comprar la caridad, aferrarse a la esperanza,
permanecer en la fila de la humillación,
subsistir detrás de sus tableros, seguir con los brazos cruzados, esconder el
miedo en un teléfono, bloquear el “¡sí se puede!” de su mente.
Todos los buenos de afuera le corrían a la
historia, a pesar de estar del lado correcto de Dios. Yo no era nadie para
culparlos, todos querían estar vivos, nadie quería estar bajo tierra, preferían
estar vivos, no importa cómo, pero vivos.
Entre los nubarrones del pensamiento me
aferré a mis tres estrellas, esas que me hacían risueño, esas a las que até mis
cordones de lucha… y me dejé llevar con ellas a cantarles una canción y
colmarlos de amor y mientras exhalaba mi último aliento… el centinela, que había pernoctado con la
Luna, con su fría mirada estaba dispuesto a entregar su trofeo; me acercó a la
frente el gélido metal y en un chasquido me fui…
El 15 de enero de 2018, Óscar Pérez, junto con otros
seis compañeros de lucha, fueron ejecutados por cuerpos de seguridad del Estado
venezolano,
pese a su voluntad expresa de rendición.
pese a su voluntad expresa de rendición.
Abraham Lugo Ramos
Jairo Lugo Ramos
Abraham Israel Agostini
José Alejandro Díaz Pimentel
Daniel Soto Torres
Daniel Soto Torres
Lisbeth Andreína Ramírez Montilla
Minutos antes de ser ejecutado estas fueron sus
palabras:
"Le quiero pedir a Venezuela que no desfallezca, que luchen, que salgan a las calles.
Ya es hora de que seamos libres y solo ustedes tienen el poder ahora.
Los amo con toda el alma, con todo el corazón".
Gracias a "Venezuela Hasta Los Tuétanos. Bajo La Lupa N° 27"
por hacer un audio de este escrito.
Ya es hora de que seamos libres y solo ustedes tienen el poder ahora.
Los amo con toda el alma, con todo el corazón".
Gracias a "Venezuela Hasta Los Tuétanos. Bajo La Lupa N° 27"
por hacer un audio de este escrito.
Ficción Histórica