Tus
labios son mis jardines donde podo con besos tus nacientes pétalos.
Eres un
amor prohibido y eso le provee demencia a mis infieles pecados.
Fecha a
día; lamo tus lágrimas como un perrito fiel que malgastó su hueso.
Estoy
pactando con las promesas en la cornisa del deudor.
Voy
adueñarme de tu corazón; si él se descuida un poquito nada más,
usaré
el camuflaje dependiendo de la sembrada alfombra del trecho.
Prolongaré
hacia adelante como un cangrejo azul
colmado de ilusiones.
Emplearé
las provistas pinzas como sigilosos remos que bailan esperanzas
y te
raptaré montada en un caballito de fuego, custodiada de peces y gaviotas.
Espero
que vengas, porque si no desataré mi furia para herir al silencio
y
apedrearé el tiempo hasta ultimar su transparente e impenetrable cuerpo
para así condenarme al irreversible huerco del desamor.